Sabes, tiempo ya que me pregunto cosas un poco raras. Yo mismo, al medio, con mis dudas e incertidumbres. El tema es: qué es lo que cambia, lo que permanece? Ya, cómo te lo explico... Todas mis lecturas de Lukács, imagínate, amenazadas por un trozo de magia, lo desconocido que habita el mundo. Véase el ejemplo del lugar. Fuera en una plaza en Madrid, o bien aquí, en San Martín, ya te lo has fijado? Siento como si hubiera sido el mismo en sábanas rojas o lila. Y qué? Claro, todo el materialismo, todo lo que siempre me había explicado a mí mismo, entiendes? No, por favor, con eso no digo que lo he tirado todo fuera, para nada. Lo que pasa es que, ahora, tengo claro que viven en mí cosas distintas, incluso contrarias. Si hay una esencia, habrá determinación? Soy hijo de mi madre o de una madre? Repito: hubiera sido distinto si las manos fueran otras. Por supuesto que sí... Pero, inténtalo, qué es eso que, no importa qué mierda se me ocurra, sigue adentro, como si inmune a la historia. Me siento, me pongo un tema de Juan Stewart y lo siento como si nacido en Tallinn, bajo algún canto de Mr. Pärt. No hablo el alemán, pero hay veces que vivo como si lo hubiese tenido desde el comienzo. Eso, la esencia, substancia dijo Aristóteles, no? Eso qué es? El alma? Te lo crees? A ver, qué nos hacen los años, los putos años? Yo, amigo de Marx, Althusser, Brecht, Arcand, Gramsci, Sábato, Adorno, Godard, Cocteau, Gorki, yo, ahora consagrado - y cambiado - nomás que por las pequeñas y eternas experiencias de mi propia vida.
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